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Spanish by Choice/Novelas Cortas 11

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Novelas Cortas: El Libro Talonario


Introduction

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The short story “El Libro Talonario”[67-1] appears in the book “Novelas Cortas” by Pedro Antonio de Alarcón with notes by W.F. Giese. LibriVox recording read by Karen Savage.

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HISTORIETA RURAL

La acción comienza en Rota.—Rota es la menor de aquellas encantadoras poblaciones hermanas que forman el amplio semicírculo de la bahia de Cádiz;[67-2] pero, con ser la menor,[67-3] no ha faltado quien ponga los ojos en ella.—El Duque de Osuna, a título de Duque de Arcos,[67-4] la ostenta entre las perlas de su corona hace muchísimo tiempo, y tiene allí su correspondiente castillo señorial, que yo pudiera describir piedra por piedra....

Mas no se trata aquí de castillos, ni de duques, sino de los célebres campos que rodean a Rota y de un humildísimo hortelano, a quien llamaremos el tío Buscabeatas,[67-5] aunque no era éste su verdadero nombre, según parece.

Los campos de Rota (particularmente las huertas) son tan productivos que, además de tributarle al Duque de Osuna muchos miles de fanegas de grano y de abastecer de vino a toda la población (poco amante del agua potable y malísimamente dotada de ella), surten de frutas y legumbres a Cádiz, y muchas veces a Huelva,[67-6] y en ocasiones a la misma Sevilla,[67-7] sobre todo en los ramos de tomates y calabazas, cuya excelente calidad, suma abundancia y consiguiente baratura exceden a toda ponderación;—por lo que[67-8] en Andalucía la Baja[67-9] se da a los roteños[67-10] el dictado de calabaceros y de tomateros,[67-11] que ellos aceptan con noble orgullo.

Y, a la verdad, motivo tienen para enorgullecerse de semejantes motes; pues es el caso que aquella tierra de Rota que tanto produce (me refiero a la de las huertas); aquella tierra que da para el consumo y para la exportación; aquella tierra que rinde tres o cuatro cosechas al año, ni es tal tierra,[68-1] ni Cristo que lo fundó,[68-2] sino arena pura y limpia, expelida sin cesar por el turbulento Océano, arrebatada por los furiosos vientos del Oeste y esparcida sobre toda la comarca roteña, como las lluvias de ceniza que caen en las inmediaciones del Vesubio.[68-3]

Pero la ingratitud de la Naturaleza está allí más que compensada por la constante laboriosidad del hombre.—Yo no conozco, ni creo que haya en el mundo, labrador que trabaje tanto como el roteño.—Ni[68-4] un leve hilo de agua dulce fluye por aquellos melancólicos campos.... ¿Qué importa? ¡El calabacero los ha acribillado materialmente de pozos, de donde saca, ora[68-5] a pulso, ora por medio de norias, el precioso humor que sirve de(167) sangre a los vegetales!—La arena carece de fecundos principios, del asimilable humus[68-6].... ¿Qué importa? ¡El tomatero pasa la mitad de su vida buscando y allegando sustancias que puedan servir de abono, y convirtiendo en estiércol hasta las algas del mar!—Ya poseedor de ambos preciosos elementos, el hijo de Rota va estercolando pacientemente, no su heredad entera (pues le faltarla abono para tanto), sino redondeles de terreno del vuelo de un plato chico,[68-7] y en cada uno de estos redondeles estercolados siembra un grano de simiente de tomate o una pepita de calabaza, que riega luego a mano con un jarro muy diminuto, como quien da de beber a un niño.

Desde entonces hasta la recolección cuida diariamente una por una las plantas que nacen en aquellos redondeles, tratándolas con un mimo y un esmero sólo comparables a la solicitud con que las solteronas cuidan sus macetas. Un día le añade a tal mata[68-8] un puñadillo de estiércol; otro le echa una chorreadita de agua; ora las limpia a todas de orugas y demás insectos dañinos; ora cura a las enfermas, entablilla a las fracturadas, y pone parapetos de caña y hojas secas a las que no pueden resistir los rayos del sol o están demasiado expuestas a los vientos del mar; ora, en fin, cuenta los tallos, las hojas, las flores o los frutos de las más adelantadas y precoces, y les habla, las acaricia, las besa, las bendice y hasta les pone expresivos nombres para distinguirlas e individualizarlas en su imaginación.—Sin exagerar: es ya un proverbio (y yo lo he oído repetir muchas veces en Rota) que el hortelano de aquel país toca por lo menos cuarenta veces con su propia mano a cada mata de tomates que nace en su huerta.—Y así se explica que los hortelanos viejos de aquella localidad lleguen a quedarse encorvados, hasta tal punto que casi se dan[69-1] con las rodillas en la barba[69-2]....

¡Es la postura en que han pasado toda su noble y meritoria vida!

Pues bien: el tío Buscabeatas pertenecía al gremio de estos hortelanos.

Ya principiaba a encorvarse en la época del suceso que voy a referir: y era que[69-3] ya tenía(168) sesenta años... y llevaba[69-4] cuarenta de labrar una huerta lindante con la playa de la Costilla.

Aquel año había criado allí unas estupendas calabazas, tamañas[69-5] como bolas decorativas de pretil de puente monumental, y que ya principiaban a ponerse por dentro y por fuera de color de naranja, lo cual quería decir que había mediado el mes de Junio. Conocíalas perfectamente el tío Buscabeatas por la forma, por su grado de madurez y hasta de(169) nombre, sobre todo a los cuarenta ejemplares más gordos y lucidos, que ya estaban diciendo guisadme, y pasábase[69-6] los días mirándolos con ternura y exclamando melancólicamente:

¡Pronto tendremos que separarnos!

Al fin, una tarde se resolvió al sacrificio; y señalando a los mejores frutos de aquellas amadísimas cucurbitáceas que tantos afanes le habían costado, pronunció la terrible sentencia. —Mañana (dijo) cortaré estas cuarenta, y las llevaré al mercado de Cádiz.—¡Feliz quien se las coma![70-1]

Y se marchó a su casa con paso lento, y pasó la noche con las angustias del padre que va a casar una hija al día siguiente.

—¡Lástima[70-2] de mis calabazas!—suspiraba a veces sin poder conciliar el sueño.—Pero luego reflexionaba, y concluía por decir:—Y ¿qué he de hacer,[70-3] sino salir de ellas?[70-4] ¡Para eso las he criado!—Lo menos van a valerme quince duros....

Gradúese, pues, cuánto sería[70-5] su asombro, cuánta su furia y cuál su desesperación, cuando, al ir a la mañana siguiente a la huerta, halló que, durante la noche, le habían robado las cuarenta calabazas....—Para ahorrarme de razones,[70-6] diré que, como el judío de Shakespeare, llegó al más sublime paroxismo trágico, repitiendo frenéticamente aquellas terribles palabras de Shylock, en que tan admirable dicen que estaba el actor Kemble:[70-7]

¡Oh! ¡Si te encuentro![70-8] ¡Si te encuentro!

Púsose luego el tío Buscabeatas a recapacitar fríamente, y comprendió que sus amadas prendas no podían estar en Rota, donde sería imposible ponerlas a la venta sin riesgo de que él las reconociese, y donde, por otra parte,[70-9] las calabazas tienen muy bajo precio.

—¡Como si lo viera, están en Cádiz! (dedujo de sus cavilaciones.) El infame, pícaro, ladrón, debió de robármelas[70-10] anoche a las nueve o las diez y se escaparía con ellas a las doce en el barco de la carga[70-11].... ¡Yo saldré para Cádiz hoy por la mañana en el barco de la hora,[70-12] y maravilla será que no atrape al ratero y recupere a las hijas de mi trabajo!

Así diciendo, permaneció todavía cosa de veinte minutos en el lugar de la catástrofe, como acariciando las mutiladas calabaceras, o contando las calabazas que faltaban, o extendiendo una especie de fe de livores[70-13] para algún proceso que pensara incoar hasta que, a eso de las ocho, partió con dirección al muelle.

Ya estaba dispuesto para hacerse a la vela[70-14] el barco de la hora, humilde falucho que sale todas las mañanas para Cádiz a las nueve en punto, conduciendo pasajeros, así como el barco de la carga sale todas las noches á las doce, conduciendo frutas y legumbres....

Llámase barco de la hora el primero, porque en este espacio de tiempo, y hasta en cuarenta minutos algunos días, si el viento es de popa, cruza las tres leguas que median entre la antigua villa del Duque de Arcos y la antigua ciudad de Hércules[71-1]....

Eran, pues, las diez y media de la mañana cuando aquel día se paraba el tío Buscabeatas delante de un puesto de verduras del mercado de Cádiz, y le decía a un aburrido polizonte que iba con él:

—¡Estas son mis calabazas!—¡Prenda V. a ese hombre!

Y señalaba al revendedor.

—¡Prenderme a mí! (contestó el revendedor, lleno de sorpresa y de cólera.)—Estas calabazas son mías; yo las he comprado....

—Eso podrá V. contárselo al Alcalde—repuso el tío Buscabeatas.

—¡Que no![71-2]

—¡Que sí!

—¡Tío ladrón![71-3]

—¡Tío tunante!

—¡Hablen Vds. con más educación,[71-4] so indecentes![71-5] ¡Los hombres no deben faltarse[71-6] de esa manera!—dijo con mucha calma el polizonte, dando un puñetazo[71-7] en el pecho a cada interlocutor.

En esto ya había acudido alguna gente, no tardando en presentarse también allí el Regidor encargado de la policía de los mercados públicos, o sea[71-8] el Juez de abastos, que es su verdadero nombre. Resignó[72-1] la jurisdicción el polizonte en Su Señoría, y enterada esta digna autoridad de todo lo que pasaba, preguntó al revendedor con majestuoso acento:

—¿A quién[72-2] le ha comprado V. esas calabazas?

—Al tío Fulano,[72-3] vecino[72-4] de Rota....—respondió el interrogado.

—¡Ése había de ser! (gritó el tío Buscabeatas.) ¡Muy abonado[72-5] es para el caso! ¡Cuando su huerta, que es muy mala, le produce poco, se mete a robar en la del vecino!

—Pero, admitida la hipótesis de que a V. le han robado anoche cuarenta calabazas (siguió interrogando el Regidor, volviéndose al viejo hortelano), ¿quién le asegura a V. que éstas, y no otras, son las suyas?

—¡Toma! (replicó el tío Buscabeatas.) ¡Porque las conozco como V. conocerá a sus hijas, si las tiene!—¿No ve V. que las he criado?—Mire V.: ésta se llama rebolonda;[72-6] ésta, cachigordeta;[72-7] ésta, barrigona;[72-8] ésta, coloradilla; [72-9] ésta Manuela..., porque se parecía mucho a mi hija la menor....

Y el pobre viejo se echó a llorar amarguísimamente.

—Todo eso está muy bien... (repuso el Juez de abastos); pero la ley no se contenta con que usted reconozca sus calabazas. Es menester que la autoridad se convenza al mismo tiempo de la preexistencia de la cosa, y que V. la identifique con pruebas fehacientes....—Señores, no hay que sonreírse....—¡Yo soy abogado!

¡Pues verá V. qué pronto le pruebo yo a todo el mundo, sin moverme de aquí, que esas calabazas se han criado en mi huerta!—dijo el tío Buscabeatas, no sin grande asombro de los circunstantes.

Y soltando en el suelo un lío que llevaba en la mano, agachóse, arrodillándose hasta sentarse sobre los pies, y se puso a desatar tranquilamente las anudadas puntas del pañuelo que lo envolvía. La admiración del Concejal, del revendedor y del corro subió de punto.[73-1]

—¿Qué va a sacar de ahí?—se preguntaban todos.

Al mismo tiempo llegó un nuevo curioso a ver qué ocurría en aquel grupo, y habiéndole divisado el revendedor, exclamó:

—¡Me alegro de que llegue V., tío Fulano! Este hombre dice que las calabazas que me vendió usted anoche, y que están aquí oyendo la conversación, son robadas....—Conteste V....

El recién llegado[73-2] se puso más amarillo que la cera, y trató de irse; pero los circunstantes se lo[73-3] impidieron materialmente,[73-4] y el mismo[73-5] Regidor le mandó quedarse.

En cuanto al tío Buscabeatas, ya se había encarado con el presunto ladrón, diciéndole:

—¡Ahora verá V. lo que es bueno!

El tío Fulano recobró su sangre fría, y expuso:

—Usted es quien ha de ver[73-6] lo que habla; porque si no prueba, y no podrá probar, su denuncia, lo llevaré a la cárcel por calumniador.—Estas calabazas eran mías; yo las he criado, como todas las que he traído este año a Cádiz, en mi huerta del Egido,[73-7] y nadie podrá probarme lo contrario.

—¡Ahora verá V.!—repitió el tío Buscabeatas acabando de desatar el pañuelo y tirando de él.[73-8]

Y entonces se desparramaron por el suelo una multitud de trozos de tallo de calabacera, todavía verdes y chorreando jugo, mientras que el viejo hortelano, sentado sobre sus piernas y muerto de risa, dirigía el siguiente discurso al Concejal y a los curiosos:

—Caballeros: ¿no han pagado Vds. nunca contribución? Y ¿no han visto aquel libraco[73-9] verde que tiene el recaudador, de donde va cortando recibos, dejando allí pegado un tocón o pezuelo,[73-10] para que luego pueda comprobarse si tal o cual[73-11] recibo es falso o no lo es? —Lo que V. dice se llama el libro talonario—observó gravemente el Regidor.

—Pues eso es lo que yo traigo aqui: el libro talonario de mi huerta, o sea[74-1] los cabos a que estaban unidas estas calabazas antes de que me las robasen.—Y, si no, miren Vds.—Este cabo era de esta calabaza.... Nadie puede dudarlo....

—Este otro..., ya lo están Vds. viendo..., era de esta otra.—Este más ancho..., debe de ser de aquélla.... ¡Justamente!—Y éste es de ésta.... Ése es de ésa.... Ésta es de aquél....

Y en tanto que[74-2] así decía, iba adaptando un cabo o pedúnculo a la excavación que había quedado en cada calabaza al ser arrancada, y los espectadores[74-3] veían con asombro que, efectivamente, la base irregular y caprichosa de los pedúnculos convenía del modo más exacto con la figura blanquecina y leve concavidad que presentaban las que pudiéramos llamar cicatrices de las calabazas.

Pusiéronse, pues, en cuclillas los circunstantes, inclusos los polizontes y el mismo Concejal,[74-4] y comenzaron a ayudarle al tío Buscabeatas en aquella singular comprobación, diciendo todos a un mismo tiempo con pueril regocijo:

—¡Nada! ¡Nada! ¡Es indudable! ¡Miren Vds.!—Éste es de aquí.... Ése es de ahí.... Aquélla es de éste.... Ésta es de aquél....

Y las carcajadas de los grandes se unían a los silbidos de los chicos, a las imprecaciones de las mujeres, a las lágrimas de triunfo y alegría del viejo hortelano y a los empellones que los guindillas daban ya al convicto ladrón, como impacientes por llevárselo[74-5] a la cárcel.

Excusado es decir que los guindillas tuvieron este gusto; que el tío Fulano vióse obligado desde luego a devolver al revendedor los quince duros que de él había percibido; que el revendedor se los entregó en el acto al tío Buscabeatas, y que éste se marchó a Rota sumamente contento, bien que fuese diciendo[75-1] por el camino:

—¡Qué hermosas estaban en el mercado! ¡He debido traerme[75-2] a Manuela, para comérmela[75-3] esta noche y guardar las pepitas!


Noviembre de 1877.


Notes

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(The first figures refer to the original pages of text, and second figures to the reference figures in text).

67-1: El Libro Talonario: a book of checks, receipts, etc., in which duplicate stubs remain as records of transactions.

67-2: bahía de Cádiz: Cádiz, the ancient Gades, reputed 300 years older than Rome itself, a large seaport of southwestern Spain, on the Atlantic, a little northwest of Gibraltar. It is situated on a narrow promontory forming the outer wall of the bay (bahía) of Cádiz.

67-3: con ser la menor: in spite of being the smallest.

67-4: a título de Duque de Arcos: in his right as Duke of Arcos.

67-5: el tío Buscabeatas: tío is familiarly used as a generic term applied to old men. Cf. note on papá abuelo, p. 15, 5.

67-6: Huelva: a seaport a little northwest of Cádiz.

67-7: Sevilla: the most brilliant and characteristic city of southern Spain, situated in Andalucía, toward the mouth of the Guadalquivir.

67-8: por lo que: (for which) wherefore. For relative use of lo que cf. note por el que, p. 49, 1.

67-9: Andalucía la Baja: lower Andalusia, the southwest portion bordering on the Atlantic.

67-10: roteños: natives of Rota.

67-11: calabaceros... tomateros: retailers of pumpkins and tomatoes.

68-1: ni es tal tierra: nor is this (soil) really soil. For tal neuter cf. note tal, p. 64, 6.

68-2: ni Cristo que lo fundó: render freely far from it.

68-3: Vesubio: Mt. Vesuvius.

68-4: ni: not even.

68-5: ora... ora: now... now. Cf. p. 64, line 16, and note 8, for a variant usage.

68-6: humus: (Latin) soil.

68-7: del vuelo de un plato chico: of the size of a small plate.

68-8: a tal mata: to this or that plant.

69-1: se dan: they strike.

69-2: la barba: their chins. For the article cf. note se la, p. 4, 6.

69-3: y era que: and (the fact) was that.

69-4: llevaba: cf. note llevarían, p. 6, 2.

69-5: tamañas como: as big as. The usual tan of comparisons of equality is implicit in the first syllable of tamaños (from the Latin tam magnas).

69-6: pasábase: cf. note lo que me digo, p. 7. 5.

70-1: se las coma: cf. note lo que me digo, p. 7. 5.

70-2: ¡Lástima: it's a pity!

70-3: ¿Qué he de hacer?: what am I to do? Cf. note no había de conocer, p. 3, 4.

70-4: salir de ellas: sell them.

70-5: cuánto sería: how great must have been. Cf. note no habría andado, p. 8, 6. Cf. also line 25 below.

70-6: Para ahorrarme de razones: to save words, i.e. to be brief.

70-7: Kemble: (John Philip) a great English tragedian (1757-1823).

70-8: ¡si te encuentro!: vide Merchant of Venice, Act I, sc. 3, line 47 (Globe edition).

70-9: por otra parte: (on the other hand) moreover.

70-10: debió de robármelas: cf. note debió de probar, p. 65, 5.

70-11: barco de la carga: freight boat.

70-12: barco de la hora: (lit. hour boat) passenger boat.

70-13: fe de livores: (legal phrase) declaration of injuries suffered.

70-14 hacerse a la vela: to set sail.

71-1: ciudad de Hércules: Hercules is claimed as the founder of Cádiz. Cf. note bahía de Cádiz, p. 67, 2.

71-2: ¡que no!: cf. note ¿Cómo que no? p. 14, 1.

71-3: ¡Tío ladrón!: you old thief! Cf. note el tío Buscabeatas, p. 67, 5.

71-4: educación: often loosely used for cortesía, its supposed fruit.

71-5: so indecentes: so, expletive, is often coupled with certain depreciative epithets like indecente, etc.

71-6: faltarse: fail to respect, i.e. insult each other.

71-7: puñetazo: cf. note pistoletazo, p. 18, 3.

71-8: o sea: cf. note o sean, p. 39, 4.

72-1: Resignó... en: resigned to.

72-2: A quién: cf. note compraros, p. 29, 2.

72-3: Al tío Fulano: from old So-and-so. Fulano is used as substitute for a real name when the latter is forgotten or avoided.

72-4: vecino: cf. note vecinos, p. 37, 2.

72-5: abonado: fit, adapted, disposed (often in a bad sense).

72-6: rebolonda: thick-set, stout.

72-7: cachigordeta: small and fat.

72-8: barrigona: big-bellied.

72-9: coloradilla: ruddy.

73-1: subió de punto: increased.

73-2: recién llegado: recién is used instead of recientemente before a past participle.

73-3: se lo: cf. note se la, p. 4, 6.

73-4: materialmente: by bodily force.

73-5: el mismo Regidor: usually mismo intervening between article and noun means same. Occasionally it corresponds to the emphatic pronoun himself, etc.

73-6: ha de ver: must look to it, must beware.

73-7: Egido: apparently the name of his garden.

73-8: tirando de él: pulling at it (so as to empty it).

73-9: libraco: (big, ugly) book. The suffix aco is depreciative.

73-10: tocón o pezuelo: a stub. Cf. note libro talonario, p. 67, 1.

73-11: tal o cual: such and such.

74-1: o sea: cf. note ó sean, p. 39, 4.

74-2: en tanto que: while. Cf. note mientras tanto que, p. 82, 9.

74-3: espectadores: cf. note estupefacto, p. 9, 1.

74-4: el mismo Concejal: cf. note el mismo Regidor, p. 73, 5.

74-5: llevárselo: cf. note lo que me digo, p. 7, 5.

75-1: fuese diciendo: observe that the preterit (and its derived tenses) of ser and ir are identical.

75-2: He debido traerme: I should have brought back.

75-3: comérmela: me, ethical dative (like traerme).


Idiomatic Commentary

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(Review 65, 122, 162, 61).

167. Me sirve de cocinero. — He serves me as cook.

(Review 76, 137, 9, 32, 5, 42, 66).

168. Tiene tres años. — He is three years old.

169. Lo conozco de nombre. — I know him by name.

(Review 32, 70, 53, 31, 15, 59, 39).

(Review 117, 160, 68, 18, 30, 133).

(Review 98, 47, 8, 104, 31).

(Review 32, 99, 79, 30, 81).

(Review 160, 16, 59, 150, 58, 30).

(Review 166, 47).


 

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